FORMACIÓN


UNA MISIÓN EN PROCESO DE REESTRUCTURACIÓN.


A la luz de la propuesta misionera de Laura Montoya Upegui, 1874-1949 (santa)


Curso a las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena (Lauritas) de la Provincia de Popayán. Popayán, 1-6 de mayo de 2013

Fr. Roberto Tomichá OFM Conv.

1.     Introducción: «Nada es, Dios mío, la obra que no lleva el Espíritu […]» (Aut.393,3)[1]


¿Qué cosa entendemos con reestructuración?


Estructura

(Del lat. structūra).

1. f. Distribución y orden de las partes importantes de un edificio.

2. f. Distribución de las partes del cuerpo o de otra cosa.

3. f. Distribución y orden con que está compuesta una obra de ingenio, como un poema, una historia, etc. (www.rae.es)

“La estructura es la distribución de las partes de un cuerpo o de otra cosa. El concepto, que procede del latín structūra, hace mención a la disposición y el orden de las partes dentro de un todo”

“A partir de esta definición, la noción de estructura tiene innumerables aplicaciones. Puede tratarse de la distribución y el orden de las partes principales de un edificio o de una casa, así como también de la armadura o base que sirve de sustento a la construcción”

“estructuras caducas” y conversión pastoral:

“Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe.” (DA 365)

¿Qué cosa entendemos por Misión?


 “...hemos juzgado que lo más conveniente con mucho es que cada uno de nosotros estemos ligados, además del  vínculo ordinario, con un voto especial, por el cual nos obliguemos a ejecutar, sin subterfugio ni excusa alguna, inmediatamente, en cuanto de nosotros dependa, todo lo que nos manden los Romanos Pontífices, el actual y sus sucesores, en cuanto se refiere al provecho de las almas y a la propagación de la fe; y a ir a cualquier región a que se nos quiera enviar, aunque nos envíen a los turcos, o a cualesquiera otros infieles, incluso los que viven en las regiones que llaman Indias; o a cualesquiera herejes o cismáticos, o a los fieles cristianos que sea” (Extracto de la fórmula del Instituto de vida de Ignacio y sus compañeros, 1539, en Marina 2008: 91-92).

“Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos. No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Ave María o los mandamientos de la Ley de Dios. Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no había recibido aún este sacramento. De este modo purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda...” (Francisco Javier, De las cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio. Oficio de Lecturas del 3 de diciembre, Liturgia de las Horas, tomo I, Conferencia Episcopal Argentina, 1990, en Marina 2008: 92).


Más que reestructuración de la misión, que connota una situación fija, estática, acabada… se puede decir reestructurando la misión, o, mejor todavía, “una misión en proceso de reestructuración”. Al respecto, los documentos de la Congregación manifiestan: «[…] desde el año 1981 hasta el presente, hemos venido dinamizando el Proceso de Revitalización Congregacional en sus diversas etapas»[2]. Se trata entonces de un proceso animado por las mismas superioras generales, quienes en su momento enfatizaron algunos aspectos o dimensiones:

Hna. Imelda Hernández
Momento histórico y ubicación de la Congregación. Actualización de las Constituciones y directorio.
Hna. Orlanda Montoya
Re-lectura del Carisma. Retomar la Historia de la Congregación.
Hna. Carmen Uribe
Proceso de revisión de posiciones y de obras. Programa de formación.
Hna. Esperanza Arboleda
Beatificación de Madre Laura. Estudio y Profundización de las Constituciones. Proceso de Refundación y Camino de Emaús. Proceso de Revitalización-Reestructuración.

 

¿Qué entendemos por Espíritu, espíritu, Espiritualidad?


Frente a una sociedad tecnológica que tiende cada vez más a desechar la ayuda humana, Laura Montoya expresa:

«Nada es, Dios mío, la obra que no lleva el Espíritu. Si las obras solas te agradaran, ya podríamos decir que las máquinas te sirven y te servirán con mayores ventajas que nosotras. Por eso prometo trabajar por conservar el Espíritu que me inspiras». (Aut. 393,3).

Misión en reestructuración: un sueño en proceso permanente


  • Un sueño comunitario-congregacional:

«Junto a la Reestructuración personal y comunitariamente queremos reestructurar la misión para que los pueblos Tengan Vida en Jesús y nuestra presencia sea más significativa». (Carta de la Hna. Gloria Cuatín).

  • Un proceso en transformación permanente:

La misión congregacional es un proceso reflexivo, dinámico, conjunto… que busca ser presencia significativa en los pueblos que acompañan.

Como punto de partida para este encuentro, tener en cuenta que somos instrumentos débiles en manos de Dios, convocadas por su iniciativa a conservar la inspiración primigenia de la espiritualidad misionera Laurita, don de Dios a Laura Montoya y, legado que ella dejó a la Congregación en la Iglesia y para el acompañamiento a los pueblos.

¿Cómo reestructurar la misión, sin que se pierda el espíritu y la espiritualidad congregacional, teniendo en cuenta que estamos a 100 años de fundación y ante una sociedad cambiante y tecnológicamente acelerada?

Misión sin fronteras, inter gentes: “[…] me dolían como verdaderos hijos. Desde entonces los llamé mi llaga, con mayor razón” (Aut. 246,4).


Otra vez me vi en Dios y como que me arropaba con su paternidad, haciéndome madre del modo más intenso, de los infieles. Desde aquello los tuve como si se formaran en mí, hijos que no conocía. Me daban ya algo como sublime, que, sin producirme todavía un dolor muy sensible, me dolían como verdaderos hijos. Desde entonces los llamé mi llaga, con mayor razón (Aut. 246,4).

Volví a leer y encontré: "Dámelos, diré al Septentrión y al Mediodía; dámelos, no los retengas; tráeme a mis hijos de sus remotos climas y a mis hijas del cabo del mundo". En este verso encontré mi oración favorita. Tráeme a los infieles de sus remotos climas y a mis hijas las misioneras del cabo del mundo. Me pareció esto como una revelación y todavía hago esta oración, confiada en que no han de faltarme infieles ni misioneras, aunque tenga que ir a remotos climas y vengan del cabo del mundo las operarias de la salvación de ellos (Aut. 392,8-9).

Benditos sean ellos; pero Señor, mira mis lágrimas y no dejes por más tiempo mis suspiros sin respuesta. No dejes por más tiempo a los infieles sin tu luz. Lleva tu fe ya a todos los confines del globo. Ya no puedo dejar de sufrir porque seas conocido. ¡Que te conozcan Señor para tu gloria! Que te coronemos con almas de infieles. Que no se pierdan éstas, que no perezcan lejos de Ti (Aut. 62,3).

Deseamos ardientemente que Dios sea conocido y amado de todos. El Celo que es nuestra virtud característica, nos lleva a buscar y a procurar la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres, aún con el sacrificio de la Vida.

En el interior, nuestro celo no ha de conocer límites ni de lugar, ni de personas, ni de tiempo. Exteriormente debe ir hasta donde lo permita la obediencia. Jn. 15, 12 – 13; Hech. 8, 4; II Cor. 12, 15 ss; A. G. 1; 25; P. 490; Cost. 276, 277; 280; Aut. 397,2; 397,5; 446­. 2; 555.1 (Const. 58).

Muchos son tan optimistas, que dicen que las almas de los salvajes no se pierden, porque cumplen la ley natural o porque Dios tiene con ellos misericordias desconocidas; pero yo, reverendo padre, sin negar que ambas cosas son ciertas, no les doy toda esta extensión y siempre desde que el Señor me dio esta herida de los pobres infieles que he llamado "mi llaga", he creído que se pierden muchos a pesar de esos medios[3].

2.     Misión y “cambio de época”: nuevos escenarios, tiempos y sujetos emergentes


Procesos sociales, culturales, políticos y religiosos


[…] Puede ser que, con el tiempo lleve Dios la congregación entre infieles civilizados, entre paganos nobles y ricos y aún entre musulmanes fanáticos. Pues, para entonces, les ruego conservar, en el fondo, el mismo espíritu de apostolado que aquí se preceptúa; pero adaptando la forma exterior a las necesidades y conveniencias del personal que entonces manejen, para lo cual deben ilustrarse consultando personas y libros competentes, variando la forma exterior del método y adaptándolo en general, a las nuevas exigencias no solo de las razas sino también, de los tiempos y demás variantes que puedan ocurrir; pero el fondo del espíritu apostólico no tiene porque cambiar....busquen siempre el bien de los misionados y no se apeguen ni a modos, ni medios... Cuántos prejuicios, costumbres y modos de ver y de ser sacrifica la caridad. La caridad y no el capricho, ni nuestras convenciones es la regla del apostolados” (Madre Laura, Direc. Tomo 1, No 249)[4].

Ya por lo que llevo escrito, puede verse muy claro que el llamamiento urgente de Dios a mi alma, era para los indios. De eso no me queda duda. Sólo un poco más tarde se fue acentuando para con los infieles en general, civilizados o no, de cualquier raza. Para salvajes fue siempre aunque estuvieran bautizados. Pero para las gentes que, como los de Pavarandocito y los de pueblos así muy atrasados y que no pueden tener muchos recursos espirituales, aunque con algún esfuerzo podrían tenerlos, no lo veía muy claro[5].

Por eso era necesario, escuchar cuidadosamente el llamamiento de Dios, no fuera a ser que le diéramos a los unos el pan de los otros, sin la voluntad del Dueño. ¿No le parece?[6]

“Les ruego conservar en el fondo, el mismo espíritu de apostolado… pero adaptando la forma exterior a las necesidades y conveniencias del personal… para lo cual deben ilustrarse consultando personas y libros competentes… variando la forma exterior del método y adaptándola en general, a las nuevas exigencias, no solo de las razas sino de los tiempos y demás variantes que puedan ocurrir… cuantos prejuicios, costumbres y modos de ver y de ser sacrifica la caridad y no el capricho, ni nuestras conveniencias es la gran regla del apostolado…” (M. Laura)[7].

3.     Misión y protagonismo de la mujer entre los/as indígenas: «Entre los débiles y pequeños, el triunfo es reservado a la mujer» (Aut. 332, 4).


 […]. Pero se podría afirmar que Laura Montoya fue una suma de mujeres valiosas. Sus varias actividades y preseas, repartidas, hubieran engrandecido y afamado a otras tantas mujeres. Porque ella fue maestra, y excelente por cierto; fue escritora descollante por la copiosidad y valía de sus páginas; fue emprendedora de avasallante dinamismo, de poderosas energías; fue precursora de métodos pastorales y audaces iniciativas que, a la vuelta de los años, han prevalecido en la Iglesia bajo los impulsos del Concilio y fue alma frecuentemente favorecida por divinas visitaciones en esas noches y esas alboradas de que nos habla San Juan de la Cruz (Carlos E. Mesa, Presentación, Aut. 27,1).

¡No seríamos religiosas! ¡Jamás me pasó por la mente tamaña empresa! (Aut. 335,2).

Resolví dejar lo del porvenir a Dios. Por lo pronto irme al monte y mostrar que esa obra era compatible con el sexo femenino, era para mí, mi única idea (Aut. 336, 6).

 […] pero que la moción que yo sentía, me hacía esperar que Dios los cambiaría y que además, jamás se había intentado reducirlos por medio de la mujer. Que yo consideraba que donde el valor no puede nada, le queda la victoria a la debilidad. Por eso, un hombre que puede domar una fiera en un circo, no podría criar a un niño, ni asistir a un agonizante. Entre los débiles y pequeños, el triunfo es reservado a la mujer (Aut. 332, 4).

Si los Ángeles te conocieran tan mal como te conocemos los humanos, te hubieran dicho: ¿A dónde vas Señor con tus mujeres para empresa tan terrible? (Aut. 425,1).

Comprendí muy claro que de las energías y abnegación de las primeras, dependía el éxito de la empresa y el probarle al mundo que la obra era posible, en manos de mujeres […]. Instrumentos de roca, inflamados en amor de compasión, eran los que Dios necesitaba para desarrollar sus misericordias entre esos pobres infieles y esta servidora había de ser la formadora, o el instrumento formador de Dios (Aut. 449,4-5).

[…] Por eso les advertí a las hermanas que todos nuestros trabajos debían tender a este fin. Hacerles conocer el amor bueno, el filial, el maternal, la compasión, la ternura, etc. En fin, debíamos ser con ellos de tal modo que del mismo procedimiento que con ellos se usaba, pudieran deducir lo bueno de la religión que íbamos a darles. […] (Aut. 500,4).

No es mucho pensar en que eres Madre, puesto que Jesucristo dijo:"Quise arroparte como la gallina a sus polluelos" (Mt.23,37) y también dijo: "Una madre puede olvidarse de sus hijos pero yo jamás me olvidare de ti" (Is. 49, 15), Luego, si la madre puede olvidarse y Jesús no, se sigue que Dios, es más que madre.

¡En este pasaje me autoriza mirarlo como más que madre! ¿Y qué es más que madre? ¡Pues un Dios - Madre.! (Aut. 375,8).

Le prohíbo seriamente continuar en la empresa de los indios y aún pensar en ellos. Eso no es factible ni es para su sexo, ni tiene trazas sino de una gran locura. Con esta prohibición descansé por lo pronto, porque pensé que el sacrificio de la obediencia sería tan acepto a Dios que Él depararía otros medios o personas para extender la gloria de su nombre bendito entre los indios (Aut. 343,4).

 

MARIA

María encarna a Cristo entre los pobres. Con ellos y desde ellos, realiza el plan salvífico. Ella, como pedagoga del Evangelio, es para nosotras la animadora, modelo y compañera inseparable de la misión. Su maternidad mesiánica ilumina e impulsa nuestro celo apostólico. Con María Inmaculada vivimos nuestro carisma en cada momento de la historia. Lc.1, 39; Gal. 4, 4 – 5; L.G. 52- 53; P. 290,745, 1144; Const. 277; Aut. 505[8].

Madre, yo no soy huérfana porque te tengo a Ti, que eres más que Madre; ¡pero los pobres indios están huérfanos y me parten el alma! ¿No querrás ser su Madre? Yo llevaré tu nombre entre ellos y te serviré hasta para rueda del carro que te lleve a sus corazones. Ábreme los caminos y reinarás entre ellos. Con esto salí tan confiada que ni volví a pensar en el Chocó (Aut. 340,4).

María Madre de mi amor. ¿Cuántos dolores deberé llevar antes de comenzar la obra de los indios? No rehúso los dolores; ellos vienen a mi alma como el agua al sediento. Lo que no debe ser, es la tardanza. ¡Ay Madre de mi alma! Las almas de los indios salen cada día de este mundo, sin haber sabido que hay Dios y que eres su Madre! No retardes por más tiempo la hora bendita de hacerlos hijos de Dios. Si es necesario acumula sobre mí todos los dolores que deban señalar esa gracia, pero apresura el momento (Aut. 376,6).

Para los indios, María fue su primer conocimiento y su primer amor puro. Era para ellos todo. Su imagen, en un cuadro, era lo primero que veían y aprendían a estimar como elemento civilizado; su nombre lo aprendían antes que el de Dios. Delante de su imagen se les daban todos los conocimientos. Antes que todo, aprendían a repetir maquinalmente la dulce jaculatoria brotada de mi alma, sin pensarla, desde la primera vez que, feliz, estuve delante del primer infiel:¡ María Madre mía, sálvame!

De modo que en la mayor parte de ellos, la primera palabra que pronunciaron en castellano fue ¡MARIA! (Aut. 531,2-3).

En fin, padre, Ella era el anzuelo con que los pescábamos, el nombre primero que les mostraba nuestro afecto y el embeleso de nuestra vida misionera. Sin Ella, nuestros métodos de catequización, no hubieran tenido éxito y es la letra inicial de ellos, así como su término (532,4).

4.     Misión como vocación místico-profética: «Con caridad perpetua te amé por eso de atraje a mí (Jer. 31,3)» (Aut. 37)


Misión como pasión mística


«Con caridad perpetua te amé por eso de atraje a mí (Jer. 31,3)» (Aut. 37) con este versículo Laura Montoya inicia el prólogo de su autobiografía, repetido luego en varias ocasiones (Aut. 37; 38,5; 42,1; 44,1 y 70,1); este verso unido al primer capítulo de su obra donde resalta el amor de Dios, la predilección, la elección, el amor incondicional, son elementos que contribuyen a descubrir la experiencia de Dios en Laura, punto de partida de su «pasión mística», como se verá en los siguientes elementos:

1)      Sentirse amada por Dios desde la eternidad y elegida para una misión específica.

2)      Aceptación de su personalidad (carácter), ambiente familiar (rechazo), ambiente social (muerte a su padre, orfandad, hambre no sólo de pan sino también de cariño), ambiente religioso (sacramentos sin entenderlos), ambiente cultural (pobreza) e incluso nacional (país). Laura Montoya valora todo y lo acepta como parte del designio salvífico de Dios para con ella.

3)      La «primera gracia extraordinaria» que recibe en «el golpe del hormiguero» (Aut. 60,2-61) que fue su experiencia más grande de Dios «Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy después de tanto estudiar y aprender, no sé más de Dios, que lo que supe entonces» (Aut. 61).

4)      La misión como pasión mística en Laura –está unida a sus experiencias anteriores–, se identifica con el Cristo sediento «Tengo sed» (Const. 5) y se expresa en el deseo permanente que todos los «infieles» conozcan a Dios para lo cual ofrece su vida «[…].Si estás sediento de almas Tú y estoy sedienta de calmar tu sed, ¿por qué no sacias estas ansias, Dios mío? ¿Qué te detiene, Señor? Cóbrame el precio de esas almas y corónate con ellas» (Aut. 62,3). Más adelante expresa: «¡Cuánta sed tengo! ¡Sed de saciar la vuestra Señor! […] ¡Aplacad, Señor, mi sed, que yo con todas las fuerzas de mi alma quiero aplacar la vuestra! Yo, para saciar vuestra sed, me sacrificaré hasta destruirme, a fin de que tal destrucción os haga crecer en los corazones. […]» (Aut. 322,3-4).

Este es el punto de partida de la misión Laurita: sentirse elegida, aceptar la gratuidad del pasado –y del presente por supuesto–, volver siempre a la primera experiencia de Dios, experiencia primigenia que no se pierde sino que se ensancha ante la espiritualidad misionera congregacional «Tengo Sed» (Jn 19,28) como: estilo de vida, grito profético, liberación de cautivos, esperanza y constante anuncio de la Buena Nueva y la gracia del señor (Const. 54) para los «indígenas, destinatarios preferenciales […] entre negros, no cristianos y excluidos» (Const. 5).

[…]. Jesús mío, veo dos corazones repletos: El vuestro y el mío. El vuestro de deseo de salvar los indios y el mío, del deseo de ver saciados vuestros deseos. ¿Qué nos detiene pues? No lo sé; pero adoro vuestro designio sin conocerlo. ¿Se salvarán acaso con la vehemencia de mis deseos? Me complazco en creerlo así. Vuestros infinitos deseos son poderosos y los caminos que siguen son seguros! ¡Cuánta paz experimento en esta confianza! Siempre mis deseos estén a las órdenes de los vuestros y mi voluntad sea la vuestra. ¡Destrúyase la criatura y viva sólo el Creador! ¡Acállense mis mezquinos deseos, delante de los vuestros! ¡Vuestro poder soberano, envuelva mi impotencia y resultará la salvación de los pobres infieles! (Aut. 403,1).

Mientras espera las compañeras de la obra y prepara su viaje, ya tiene claro sus deseos, ya tiene marcada su espiritualidad y la imprime mas tarde en sus hijas como deseos de que la salvación llegue a todos, de manera especial a los que para entonces no eran considerados ni en la sociedad ni en la Iglesia.

Ante la constancia de aquellos que se oponen a la obra Laura Montoya interroga «¿Por qué nosotras que tratamos de poblar el cielo con almas de la cuales está Dios sediento, no hemos de tener la misma constancia?» (Aut. 542,1).

Casi al final de su vida exclama «¿Qué otra cosa he de querer? ¿Qué otra cosa he de amar? Sí, Bien mío y todos mis bienes. ¡Seguirte a donde quieras, con sed ardiente de amarte siempre más!» (Aut. 1165,1), la sed no se apaga.

Para reflexionar:

  • ¿La VR Laurita sigue apasionada por la inspiración primigenia de Laura Montoya? ¿Hay una verdadera sed congregacional, provincial y personal por dar a conocer a Dios en estas circunstancias específicas de la historia, donde los avances científicos y tecnológicos han desafiado a la VR a sus estructuras, modelos, estilos, palabras?
  • ¿Estamos preparadas o nos estamos preparando para estos nuevos tiempos? ¿Cómo vivir la espiritualidad del “Tengo Sed” en esta realidad, qué se prioriza, cuando además sabemos del cansancio, la enfermedad, la edad de muchas hermanas y las salidas de otras?
  • En síntesis ¿Cómo vive una Laurita su misión como pasión mística?

Misión como pasión profética


Dios de mi vida, ¿qué hago? ¡Clamo a tu misericordia! ¡Suspiro, lloro, me oprimo y no encuentra consuelo mi dolor! ¿Qué haré para que todos te conozcan? ¡Dios mío, cuántas veces te he ofrecido cuanto tengo y cuanto soy y a tu mismo Hijo que es mío, que es mi Esposo misericordiosamente, con tal de que te hagas conocer de todos y sin embargo, no tiene consuelo mi dolor!

Frecuentemente en mi dolor le canto a Dios una estrofita que quizás haga reír a otros pero que la he hecho en los mementos de mayor dolor:

¡Hazte de ellos conocer,

hazte de ellos amar;

no me dejes perecer

de amargura en la mar!

Y verdaderamente es a lo único que puede compararse mi dolor ante los infieles: ¡Al mar!, ¡pero mar amargo sin costas, Dios mío! Pues, padre, no me es posible dar idea del estado de amargura que me inundó en el Sarare y que me inunda siempre que voy a tierras de infieles (Aut. 3-5).


Lección que me dio monseñor Lardizábal […] Ya en la canoa, dije, al separarnos de las muchas personas que salieron a la orilla de la ciénaga a despedimos: Cómo siento que amo a toda este gente. El señor prefecto escuchó la cosa y cuando ya se había alejado un poco la canoa, me dijo: ¡Bueno que los ame a todos, pero es necesario preferir a los pobres! Esta frase fue para mi alma como rocío del cielo. ¡Es necesario preferir a los pobres! Y cómo no, si en ellos ha querido representarse Jesús. ¿Cómo no, si ellos son los miembros sufrientes de Cristo? ¿Cómo no, si los pobres están lejos del espíritu del mundo? ¿Cómo no, si los pobres son los corazones postrados delante de Dios y los que le dan campo bellísimo a su misericordia? ¿Cómo no, si son ellos espejos vivos de lo que hace la pobreza en el corazón humano: lo dulcifica, lo hace blando con los demás?

Los santos han preferido a los pobres precisamente por ese sentido divino que tienen y que nos inclina a lo menos, a lo bajo. […] ¡Benditos sean los pobres, benditos los pequeños! (Aut. 1117,5-1118,2).

 

Reflexión:

¿Cuánta sed siente la VR Laurita ante la situación de marginación, atropello a la dignidad, exterminación y expulsión de sus tierras a los pueblos indígenas?

5.     Misión e intra, inter-relaciones humanas y cósmicas


Ante la realidad contemporánea de la extinción de varias especies y con ellas el planeta, se han levantado varias voces de escritores, ecologistas, campesinos, indígenas, que protestan ante la vida amenazada y urgen tomar medidas inmediatas para solucionar esta grave crisis; como dice Sinivaldo Tavares es una crisis ocasionada por el antropocentrismo del hombre moderno. El mismo autor recalca que si la humanidad es capaz de destruir la vida del planeta «[…] también [puede] decidir por primera vez cuidar la vida de él de cada criatura y del conjunto de ellas»[9], donde Dios se revela de diversas formas.

Esta experiencia de «relaciones humanas y cósmicas» en autores contemporáneos, es vivida hace varios siglos por San Francisco. Para lo que aquí compete, es vivida hace un siglo por Laura Montoya, en la experiencia comúnmente llamada el «golpe del hormiguero». Laura Montoya vive su primera gracia extraordinaria en relación con la naturaleza, allí Dios se le manifestó en profundidad.

[…] desde los siete años era observadora de la naturaleza […] la naturaleza fue mi única amiga; me rodeaba por donde quiera y nada contribuía a distraerme de ella […]. Creo reverendo padre, que esa tendencia a observar la naturaleza fue el medio de que Dios se me pegó para darme la primera noción seria de su Ser y de su amor. […] Me entretenía, como siempre, en seguir unas hormigas que cargaban sus provisiones de hojas. ¡Era una mañana, la que llamo la más bella de mi vida! Estaba a una cuadra más o menos delante de la casa, en sitio perfectamente visible. Iba con las hormigas hasta el árbol que deshojaban y volvía con ellas al hormiguero. Observaba los saludos que se daban (así llamaba yo lo que hacen ellas entre sí, algunas veces, cuando se encuentran) las veía dejar su carga, darla a otra, y entrar por la boca del hormiguero. Les quitaba la carga y me complacía en ayudarlas llevándoles hojitas hasta la entrada de su mansión de tierra, en donde me las recibían las que salían de aquel misterioso hoyo. Así me entretenía engañándolas a veces y a veces acariciándolas con grande cariño, cuando... […] ¡Fui como herida por un rayo, yo no sé decir más! Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy después de tanto estudiar y aprender, no sé más de Dios, que lo que supe entonces. ¿Cómo fue esto? ¡Imposible decirlo! Supe que había Dios, como lo sé ahora y mucho más intensamente […]. (Aut. 60,2- 61,2).

Laura Montoya aprende a encontrar a Dios en cada persona «Este amor del prójimo que en alguna manera se confunde con el de Dios en el alma, es tierno, es delicado y no sufre intermitencias como la caridad cumplida por la fuerza de una prohibición» (Aut. 1103,1). Sabe que este amor humano está interrelacionado con el cosmos; por eso propone que las hermanas de la congregación –aún naciente–, unan sus voces a las de la naturaleza para adorar a su Creador: «Miren, la naturaleza canta al amanecer; los pájaros como por instinto, alaban a Dios, a la luz del nuevo día: Pues nosotras, no por instinto, sino por razón y amor, alabémosle cada día al son de los cantos de las aves, ya que con ellos hemos de vivir siempre en los montes […]» (Aut. 440,4).

Laura Montoya se convierte en una mujer místico-contemplativa, experimenta a Dios manifestado en las personas y en la naturaleza; siente tristeza profunda al darse cuenta lo difícil de vivir en las selvas sin el Santísimo Sacramento, y mientras negocia la idea de que las religiosas pudiesen contar con El, en las casitas misioneras, le surge la idea

¡No tienen sagrario pero tienen naturaleza! […] es necesario enseñarles a las hermanas a buscar a Dios en la naturaleza como lo buscan en el sagrario, pues aunque la presencia de Él es distinta, en las dos partes está y el amor debe saber buscarlo y hallarlo en donde quiera que se encuentre, […]. Aquello me pareció encantador y vi que a Dios le agradaba, por lo cual puse manos a la obra y comencé a escribir lo que llamamos "Lenguaje místico de la naturaleza", […] (Aut. 646,4-647,2).

conocido actualmente como «Voces Místicas de la Naturaleza». (Pie de pág. 83. Pág 646).

También el llamado «pacto con las fieras», indica como ella promueve la interrelación y el respeto, entre seres humanos, cosmos y Creador. Busca armonía y sintonía –en este caso­–, con los animales feroces.

Estaba en una de esas mañanas que decía, orando, llena de Dios… […] cuando vi llegar delante del Señor, no delante del altar, como en procesión, muchas culebras y fieras que entendía bien que eran las de Murrí. En mi alma me alegraba que estos animales vinieran a ponerse a las órdenes de su Dueño y le suplicaba yo que los bendijera con todas las bendiciones que convinieran a su naturaleza y especie. Pero luego le dije al Señor - pero no con la boca - que esas fieras estaban en posesión de esa tierra llena de almas, sus redimidas y formaban por su ferocidad, como un baluarte infranqueable para la catequización de esas almas y que si nos llamaba a nosotras a salvarlas, no se entendía cómo íbamos a vivir, con enemigos tan formidables. En esto pasé un ratico como sin hacer nada más que ver con los ojos del alma lo que se presentaba, cuando conocí de modo cierto que Dios ordenaba a las fieras que no nos hicieran nada y que de nosotras tampoco ellas recibirían daño. Con un acto muy distinto de la voluntad, di mi consentimiento a aquel pacto y luego todo pasó. Quedé completamente segura de que las amistades entre esas fieras y las hermanas habían quedado hechas y que tranquilamente podíamos estar en sociedad con ellas, sin que nos tocaran (Aut. 675,5-676,1).

La expresión de interrelación de toda la realidad, Pannikar la define como «cosmoteándrica», mientras que uno de sus lectores Victorino Pérez Prieto, la define como «teantropocósmica» colocando de esta manera una categoría entre Dios, el ser humano y la naturaleza, que no por estar última tiene menos importancia, pues como dice Laura Montoya es un medio que «nos acerca a Dios».

Los orígenes bíblicos relatan:

26 Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.”

 27 Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó.

  28 Dios los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.”

  29 Dijo Dios: “Miren, les entrego para que se alimenten toda clase de plantas con semillas que hay sobre la tierra, y toda clase de árboles frutales. 30 A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman.” Y así fue.

  31 Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno.

La creación del cosmos gira en torno a la humanidad, precisamente porque ella es puesta como medio para convivencia y armonía entre seres humanos; y como medio para acercarnos a Dios. De ninguna manera la naturaleza ha sido creada como algo inferior para el despilfarro de unos a cambio de las necesidades de otros. Ponerla en manos del ser humano, es señal que Dios apela a la administración responsable e inteligente como verdaderos seres creados a «imagen y semejanza de Dios», es decir incapaces de maltratar, destruir o exterminar lo «bueno».

En este sentido Pikaza propone el «principio y sentido de toda ecología: tenemos que cuidar el mundo, para que así el mundo nos ofrezca campo de existencia»[10]. Retomando entonces «La misión en sus relaciones humanas y cósmicas» en LAURA MONTOYA, indica el compromiso misionero por crear: por un lado relaciones humanas armónicas con pueblos, culturas y religiones; y por otro, asumir la naturaleza como parte de la vida misma.

6.     Misión, inculturación e interculturalidad: “los volvieron fieras los tratamientos irracionales […]” (Aut. 637,3).


Inculturación: «[…] superar mucho a los salvajes en su modo de vivir, es perderlos […]» (Aut. 336,4)


¿Cómo se realizaría aquello? ¿Cómo ideaba la obra mi pobre cabeza? Sólo recuerdo que me veía con la imaginación, se entiende, en un limpio rodeado de selvas muy espesas, viviendo la vida de mayor perfección posible, en compañía de otras, con unos vestidos campesinos, en unos ranchos o bajo tiendas de campaña, todas anegadas en Dios, por un recogimiento especial, Recorríamos las selvas unas, mientras las otras oraban y trabajaban en la casa. Hallábamos los indios, los curábamos, les enseñábamos, los bautizábamos, los cuidábamos en la casa o donde fuera posible, aún dentro de sus cuevas, etc., etc. (Aut. 334, 6).

Las de la casa trabajaban con uno que otro peoncito algo de agricultura, para atender a las primeras necesidades de la vida; lo que con esto nos faltara, nos lo suministrarían los mismos indios amigos, partiendo con nosotras sus pececillos y su caza, así como nosotras partíamos con ellos lo que con nuestro trabajo de la tierra conseguíamos. ¿Qué más? ¿Lo espiritual? Salíamos turnándonos a la población más vecina, a buscarlos sacramentos […] (Aut. 334,7-335,1).

En este año, si no recuerdo mal, me dirigí a las madres del Buen Pastor y les hice la propuesta de que se fueran a trabajar con los indios, en la única forma que yo creía que se aseguraba el fruto, que es la que he expuesto, es decir, viviendo la misma vida que ellos y buscándolos por el amor y ternura maternal. En otra forma, no había para qué intentarlo, porque la experiencia de siglos, está gritando la ineficacia de otros métodos.

Ellas, las Pastoras, me contestaron riéndose, que no podían, según las constituciones, trabajar de ese modo.

Yo, como lo he dicho, había escrito a las Misioneras de María Inmaculada, Franciscanas de Pamplona, España, y había obtenido una contestación semejante. Hablé con las Capuchinas de Riohacha, que providencialmente vinieron en aquella época a Medellín; con las Salesianas y averigüé de otras Comunidades. De todas obtuve la misma respuesta: sus Constituciones no lo permiten. Las madres del Buen Pastor, me adelantaron la cosa un poco más. Me dijeron:

Si nos puede hacer una casa del tamaño más o menos, como ésta de Medellín; darnos sacerdote para ordinario y extraordinario y las condiciones que tenemos aquí, y no tener que salir de la casa para el trabajo, así entonces y sólo así, podríamos encargarnos. ¡Dios mío! hablar griego. Con sólo que nos hubiera exigido que la casa fuera de tejas, ya era una imposibilidad. Eso sólo ya no es posible, porque en esos montes ni hay teja, ni siempre es posible llevarla. Además, superar mucho a los salvajes en su modo de vivir, es perderlos; no se consigue nada de ellos, sino, bajándose hasta ellos, en lo posible. Así lo veía desde entonces esta servidora y hoy me lo ha mostrado la experiencia.

Me convencí de que no debía pensar en otras religiosas y pensar en misioneros, no era posible tampoco, por el temor de los indios a los hombres y lo difícil de esa vida para ellos. Los fracasos anteriores en diversos intentos de misión, en occidente de Antioquia habían sido de misioneros. No había para qué pensar. […] Resolví dejar lo del porvenir a Dios. Por lo pronto irme al monte y mostrar que esa obra era compatible con el sexo femenino, era para mí, mi única idea (335,7-336,6).

Interculturalidad: “Ellos no eran fieras cuando vino la raza blanca a América; los volvieron fieras los tratamientos irracionales […]” (Aut. 637,3).


Al entregarnos la casa nos pusieron la expresa condición de que no habían de estar en ella los indios. ¡Ay Dios mío, lo que sentí! ¿Con que caben las madres y no los hijos? ¡Cuán lejos de entender nuestra misión y sus obligaciones, estaban esos señores! (Aut. 510, 1).

Con un poco de seriedad le contesté a dicho señor, que ellos amaban esa lengua como nosotros amábamos la nuestra y que en los vestidos tenían cifrada su tradicional grandeza. El señor ése se asustó. Ya a mí me había pasado lo mismo. Creía que los indios no se vestían porque no tenían con qué; ¡pero qué lecciones y chascos me llevé! Para vestirlos es necesario civilizarlos y para civilizarlos es necesario arrancarles casi el corazón con todos sus afectos a raza, antepasados y tradiciones... cualquiera que haga el ensayo me dirá si estoy equivocada. Ellos, al través de los años, han dado el espectáculo de preferir cuevas, la miseria y la vida de las fieras, a ceder en lo de sus tradiciones, usos y costumbres, ¡cuando se les quiere imponer a la fuerza! Por eso se han destruido a fuerza de intemperie y miseria, por no perder su independencia y sus tradiciones. Es que eso es muy humano y los que pretenden arrancarles estas cosas a la fuerza, sobre crueles, son irracionales.

Sólo la fe penetrándoles, con amor, va cambiándolos y dejan esas cosas para reemplazarlas por otras más convenientes a la fe y a lo del alma; pero les queda aún el respeto y casi veneración por lo suyo, aunque haga mucho tiempo que lo renunciaron.

Ellos no eran fieras cuando vino la raza blanca a América; los volvieron fieras los tratamientos irracionales de muchos ignorantes que no entendían el modo de ser del corazón humano. Los atacaron en la médula del alma: en sus tradiciones, y ¿qué querían? Sólo nuestro Señor sabe cambiar los corazones y nos enseñó la manera de hacerlo por el amor y el sacrificio (Aut. 636,9-637,3).

[…] los infieles también son dignos de respeto y a casi nadie se le ocurre que debe respetar sus afectos más queridos, cuáles son sus tradiciones y costumbres (Aut. 638,3).

Realizamos nuestra misión evangelizadora en comunión con el Pueblo de Dios y en sujeción a la potestad de los Obispos, de acuerdo con el derecho universal, en actitud itinerante, a partir de la inserción en las culturas, respetando su identidad, iluminándolas y purificándolas con la Palabra de Dios, promoviendo el surgimiento de ministros laicos, acompañando las organizaciones que representan sus legítimos anhelos, para el crecimiento de iglesias locales autóctonas, que enriquezcan la Iglesia Universal. Hech.6, 1-6; Rom. 10, 14 – 15; P. 343. 401, 1163, 1164; C. 678; Aut. 540, 4; 541, 5; 544; 800, 3 (Const. 57).

Interculturalidad:  contactos con los indígenas


Tenía seguridad ya, de que Dios arreglaría la obra de los indios y de que me llevaría a ella (Aut. 281,1).

En cuanto al sitio: ¿Dónde debíamos principiar los trabajos apostólicos...? No obstante aquella expectación tan segura de la obra en todos los conocedores de ella, el sitio no se conocía. Bien podía ser el Chamí, lugar del primer ensayo; bien Dabeiba, bien Ituango o el Caquetá. Por todas partes había obstáculos casi insuperables. Sin embargo, ¡la obra se emprendería y pronto! Esa seguridad teníamos todos ¡Parecíamos ciegos! (Aut. 334, 4-5)

El 7 de agosto de 1914, es decir, del mismo año de nuestra llegada a Dabeiba, hicimos la primera visita a las casitas de los indios. Como he dicho, desde el principio me propuse no dar a las hermanas bocado que yo no hubiera pasado ya. Por eso fui sola en el estudio de los indios al principio; por eso las dificultades todas las dejé pesar sobre mí, para habituarlas a ellas poco a poco y para no exponerlas a peligros mayores que los que podían y debían pasar. Por lo mismo hice la primera excursión acompañada de otra Hermana (Aut. 542,3). Esta primera visita a los indios es entre los katíos que son los indígenas de Dabeiba.

En cuanto a mí debo decir, que el llegar de los tunebos me daba cada día más aliento y que mientras las dificultades de la fundación, mi alma sentía descanso (Aut. 970,7- 971,1).

También los kunas y su lejanía de Dios pesan a veces sobre mi alma como fardos insoportables (Aut. 1154,2).

No diré lo que pedí en la gruta porque me será más fácil decir qué cosa no pedí; pero entre tanto los pobres indios de Urabá… los kunas y caribes… los del Chocó… (Aut. 1164,5)

Que habían visitado el Chamí y que los indios de aquella región todavía me recordaban; en fin, me manifestó la mucha simpatía que sentía por la Congregación (Aut. 883,3).

[…] en ella me pedía con mucha insistencia hermanas, aunque fueran tres, para una fundación en el Chamí (Aut. 1041,3).

El mismo año de la instalación de la Congregación en Antioquia, es decir, el mismo de la gran tempestad, se hicieron cinco fundaciones en los siguientes lugares: El Vaupés, entre indios tucanos, Ayapel, Sucre y Majagual (1078,3).

 

7.     Método, estilo y actitudes misionales: “la Congregación sea como nómada” (Aut. 944,2)


¿Desde dónde, cómo y cuándo reestructurar la misión?


Y sabe, padre mío, que he pensado que ese sacrificio tan inusitado, cual es el de dejar para siempre su cuna la Congregación, nos lo ha exigido propiedad de la Sagrada Familia, la cueva de Belén. ¡La desnudez fue completa y así quiere que seamos las misioneras llamadas a servirle tan de cerca! ¡Oh santa desnudez! ¡Oh bella abnegación de todo! ¡Oh pobreza hermosa que hace rebosar de dicha a los religiosos perfectos, cuánto debemos amarte!

Otras veces he pensado si Dios querrá, que la Congregación sea como nómada y que vaya como las piedras del río, sin hacer puesto permanente, totalmente universal y totalmente libre. Que vaya de tierra en tierra sin arraigar, como su amado pueblo de Israel iba de cautividad en cautividad, para mejor extender el conocimiento de Dios. No lo sé, pero hay algo que parece indicarlo. Entonces la Congregación causará mayor escándalo en el mundo y se sufrirá más, porque el mundo cobra caro lo nuevo, lo no esperado. De todos modos Dios es dueño y árbitro de todo y hará lo que sea su santísima voluntad (Aut. 994,2-3).

Nuestra misión es anunciar y dar testimonio de la salvación traída por Jesús, entre los indígenas, destinatarios preferenciales de nuestra misión, entre los no cristianos y marginados, contribuyendo así al nacimiento y madurez de la iglesia, signo escatológico de la plenitud del Reino. Mt 28,19; A.G. 23; P. 340; 351; 407; Aut. 211, 2; 238, 6-7; 394,3 -4; 405.3[11].

Misión como escucha, encuentro y diálogo


El diálogo se convierte en necesidad y urgencia fundamental para la convivencia, entendimiento y crecimiento de los seres humanos; genera acogida, encuentro, respeto, búsquedas comunes, trabajo mancomunado y solidaridad por causas justas a favor de una vida digna para todas/os (cfr. AG 15)[12].

El diálogo es de personas y nace con ellas, por tanto nadie puede vivir en la marginalidad, necesita ser integrado. El diálogo exige salir al encuentro del otro/a, tener capacidad de escucha, perdón, conversión, humildad, sencillez, disponibilidad, acogida, testimonio, actuar sin prejuicios ni pretensiones. El diálogo es iniciativa divina su «origen está en la intención misma de Dios» (ES 28)[13]; así como él decidió comunicarse de diversas maneras, hasta que finalmente habló por medio de su Hijo (cfr. Hb 1,1-2) «nos corresponderá a nosotros tomar la iniciativa para extender a los hombres el mismo diálogo, sin esperar a ser llamados» (ES 29). El diálogo, iniciativa divina y necesidad humana se convierte en tarea misionera de cada cristiana/o.

En conclusión el diálogo es básico y sirve para la vida, es característico en el apostolado eclesial, por tanto «la Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio» (ES 27), en otras palabras la misión de la Iglesia es trabajar por la unidad.

Desde esta perspectiva, Laura Montoya fue mujer de diálogo, todo lo que hizo a fin de llevar adelante la «obra de los indios» fue en diálogo y consulta sus superiores (699), directores espirituales, autoridades (319,3), amistades y todas aquellas personas que ella consideraba debían opinar al respecto, porque en ellas descubría la manifestación divina. La misma importancia que da al diálogo con estas personas, da también al diálogo con los indígenas (salvajes), es más, aprovecha su capacidad pedagógica para acercarse a ellos con sencillez, procurando hacerse entender y responder a las innumerables preguntas.

Diálogo que es aprovechado para la evangelización de los pueblos, diálogo que parte de la realidad y conduce a mayor conocimiento, aceptación, valoración y respeto mutuo.

Diálogo con el primer indígena


Ahora, volviendo a lo material y de los indios: No tardó el indio Juan de Jesús en volver; si no recuerdo mal, volvió en la misma semana. Inmediatamente que volvió me dijo:

- Yo quiere pa preguntar ¿vos a qué viniendo aquí?

- A enseñar a los indios la ley de Dios.

Pensó un poco y luego resueltamente me dijo:

- ¿Ese vos solo u otro mandó? ¿Mandó gobierno?

- No, le contesté, gobierno no mandó. Dios sí mandó.

- ¿Onde topates Dios?

- En Medellín, le dije.

- Luego con viveza me dijo:

- Indio no atiende (aprende) Libre sí atiende, porque es alma (es decir, porque tiene alma)

- Indio también tiene alma, le repliqué.

- Vos no sabe, indio no es alma. Tenés que ir vos otra vez tu tierra porque indio no gusta vos.

- Bueno, le dije; pero como yo quiero mucho los indios no les enseño; pero vivo aquí, pa que tengan donde pasiar, para almorzar y tocar grafófono ....

- Nosotro no necesita ; nosotro no sabe almuerzo, no sabe eso vos dice.

Es decir, que la palabra almuerzo no la conocían y la de grafófono menos. Total, que sin hacer caso de esto, saqué el grafófono y lo puse a funcionar. Dios mío, ¡que susto!

- Vos tiene gente metido onde ese tabla. Ese hablando no gusta. ¡Nosotros ta miedo!.

No había para que continuar diciéndoles que dentro del grafófono no había nadie guardado, porque no lo creían. En medio de todo, el indio repetía:

- Vos tu tierra volvé, nosotro no atiende, no atiende, sin alma pues.

Capítulo XXIX. Diálogo con el primer indio

Llegó el almuerzo y lo comió como un perro, es decir, con ansia especial. Muy bueno, le dije : ¿no ve? Aquí nosotras para comer con usted y esto muy bueno.

- Así ta bueno, ta bueno, contestó y puso término a la visita.

Bastante poca esperanza nos daba esto; para mí era mucho porque el deseo es confiado y además no me sorprendía con la desconfianza de los indios, muy natural, si consideramos la historia de su pasado, tan dura y tan triste. (Aut. 456-457)

Como se puede descubrir en el relato es un diálogo entre iguales que considera a la otra/o sujeto de opiniones y pensamientos diversos, donde se genera respeto, conocimiento, tolerancia. Diálogo acompañado de la «pedagogía del amor», que se abre a la diversidad de lenguajes culturales y religiosos.

Misión y método: “asimilaríamos nuestra vida a la de los salvajes […] con el alto fin de acercarlos a Dios” (Aut. 353,6)


Laura Montoya se propone interesar a otras congragaciones religiosas por la obra de los indios, pero ante la negativa de todas y ante la incomprensión de lo que para ella se va revelando, decide emprender la obra con características muy propias, novedosas para la época y para mujeres. Las profecías de sus directores «Usted tiene vocación para una comunidad no fundada todavía y extraordinaria» (418,1), «Tú estás llamada a dar a conocer a Dios a muchos» (190,8), revelan claramente que Dios llamaba a Laura para algo extraordinario.

Cuando aún era maestra en Santo Domingo, se propone con una amiga ir a los campos a dar catecismo «[…] debajo de un árbol o en una casita, reunía a los niños que había recogido de paso y les enseñaba, no tanto el catecismo, como la devoción. Les hablaba de Dios del modo más sencillo para ser entendida; les refería, a manera de meditación, un pasaje del santo evangelio y luego les enseñaba la doctrina […]» (Aut. 160,5-161,1).

En la entrevista con Mons. Crespo, se puede verificar que revela lo novedoso de sus planes, no conocidos o intuidos hasta el momento para la tarea evangelizadora y menos en la tarea con los indígenas, considerados seres irracionales y sin alma (Aut. 468,5-469,1-2)

Sencillamente le dije que nos iríamos las compañeras que se me presentaran y yo, con lo que se pudiera, en materia de recursos, pues que nos quedaría, en último caso, el de sacarle a la tierra con nuestro esfuerzo el pan que escasamente comeríamos. Que nos propondríamos una regla de perfección muy ajustada, porque habíamos de parar en el cielo con los indios; que para no resultar casadas con ellos, haríamos un voto de castidad, de pura devoción y para no caer en la tentación de negociar con los indios, haríamos el de pobreza, de la misma manera, y que para no desbandarnos y trabajar ordenadamente, haríamos el de obediencia. Que según el consejo del reverendo padre Gamero, llevaríamos un hábito, para inspirar respeto a los mismos indios y que asimilaríamos nuestra vida, a la de los salvajes, en cuanto a la decencia lo permitiera, con el alto fin de acercarlos a Dios, pues siempre había creído que superarlos en nuestra manera de vivir, era alejarlos (Aut. 353,6).


«[…] nuestras constituciones se cumplen lo mismo dentro de casa, que en el monte, en el bohío, en el camino, etc. (Aut. 458,2).

Dios permitió que antes fuéramos misioneras que religiosas, para que la experiencia del apostolado y la formación misionera misma, dictaran unas constituciones completamente adaptadas al género de trabajo apostólico que requieren los infieles y salvajes en las condiciones de los de la mayor parte de Colombia. […] Cuando ya nuestra vida religiosa quedó ensayada, se vio lo muy bien que encajó en nuestro apostolado. Por eso nuestras constituciones se cumplen lo mismo dentro de casa, que en el monte, en el bohío, en el camino, etc. (Aut. 458,1-2).

¡Quién me diera que jamás se le cambiara el fin a la Congregación! Y que jamás las hijas de ella, tuvieran deseos siquiera de salir de ese fin, porque el día que esto suceda, retirará Dios la gracia peculiar de la Congregación. Por eso, y para saciar la sed íntima de las hermanas misioneras, haciéndola amplia y derramada por todas las creaciones de Dios, he puesto en las Constituciones que en lo interior del alma, pueden derramarse sin tasa y sufrir sin límites, mientras que se dedican, con las obras a los salvajes, infieles y semisalvajes. Interiormente todos los campos son suyos y su oración, dolor y sufrimientos, debe abarcarlos todos, porque ante lo de darle a Dios, no debe haber límites ni campos señalados, ni estrechos senderos; ¡deben ser grandes y generosas hasta lo inconcebible! El exterior participa más de nuestra impotencia y nos circunscribe a un círculo más estrecho y a él debemos someternos, aunque se trate de servir a un Dios que nos ama con medida no calculada ni limitada. […] (Aut. 615,6-616,1).

8.     Misión y proceso congregacional de las Lauritas


Lo que sigue, es copiado del folleto que envía Gloria y son trabajos actuales de la Congregación

Signos de vitalidad en misión / evangelización


Vivimos el compromiso evangélico, en itinerancia e inserción, con clara opción por los indígenas, en respuesta creativa a las expectativas de la misión. Bogotá

·         Hemos crecido en unidad Provincial, respetamos las diferencias, valoramos lo que cada hermana aporta desde su ser y que hacer misionero, asumimos nuevas fundaciones que nos llevan a la comunión y participación eclesial, consolidando procesos pastorales específicos en la provincia: pastoral educativa, mestiza e indígena, dejando el protagonismo a los servidores laicos. (Ecuador)

·         Vivencia gozosa del carisma congregacional en el anuncio del Reino. Expresado en la pasión por la misión, volviendo al elemento preferencial en comunión y participación con la iglesia.

Mayor sentido de la misión compartida, que nos va llevando a pasar del protagonismo en los procesos de los grupos a ser acompañantes, favoreciendo el surgimiento de líderes y personas comprometidas en las diferentes áreas y pastorales de la misión. (Medellín)

·         Vivimos el anuncio del evangelio con sencillez, alegría, en actitud itinerante, en comunión con los pueblos que acompañamos en espíritu de apertura a nuevas fronteras.         

Vivimos con sentido de pertenencia a la iglesia que nos impulsa a hacer participes de nuestra labor misionera a los laicos y grupos que han asumido el espíritu de la congregación.

Compartimos nuestra vida con los pobres y excluidos especialmente los indígenas en lugares de inserción donde el ecumenismo, el dialogo interreligioso, y la inculturación del Evangelio nos lleva a fortalecer nuestra espiritualidad y carisma en la construcción del Reino de Dios. (Venezuela)

·         Creatividad, fortaleza, sacrificio y audacia con nuevo estilo de animación y acompañamiento en los procesos organizativos y en situaciones de conflicto. (Popayán)

·         Presencia de hermanas mayores y enfermas en los campos de misión.

Acompañamiento de las hermanas a comunidades indígenas y negros en zonas de conflicto.

Valoración y confiabilidad del trabajo que realizan las hermanas, manifestado en el apoyo a los diferentes proyectos.

Apertura y sentido de itinerancia de algunas hermanas ante algunas obras donde la gente ya asume sus procesos.

En algunas Provincias se realiza el trabajo en coordinación con los laicos.

El rescate y respeto por la medicina tradicional.

El acompañamiento a las víctimas de la violencia y familias desplazadas.

Apertura para orar y celebrar con los pueblos indígenas desde su cosmovivencia.

El entusiasmo de algunas hermanas por asumir nuevos campos de misión.

Apoyo y acompañamiento a las iniciativas de los pueblos.

Apoyo entre los pueblos para reclamar sus derechos.

Nuevas experiencias en las escuelas de pastoral donde participan, además de los indígenas y las hermanas Misioneras de la Madre Laura, otros agentes que trabajan con los indígenas.

Experiencias Educativas des-escolarizadas. (Directiva General).[14]

Signos de vida misión/ evangelización


(parece que lo que sigue es una síntesis de toda la congregación, o sea de lo anotado anteriormente)

  • Revitalizamos el celo misionero, según nuestra espiritualidad y carisma, con audacia y creatividad en comunión y participación eclesial.
  • Anunciamos el Evangelio con mística y profecía en apertura a nuevas fronteras.
  • Recreamos los métodos y estrategias de evangelización, en fidelidad a la pedagogía del amor, favoreciendo el protagonismo de los pueblos en la construcción del Reino de Dios.[15]

Amenazas-preocupaciones sobre el tema misionero


  • Que se abran más misiones sin reforzar las que hay.
  • Actitudes de acomodamiento, individualismo y primacía del yo.
  • Falta de compromiso y perseverancia de Agentes de Pastoral con quienes trabajamos, tanto en la Fe como en lo pastoral.
  • La no respuesta de algunos grupos indígenas a nuestra labor evangelizadora.
  • Resistencia al trabajo en equipo desde una pastoral de conjunto.
  • Escasez de personal para asumir misiones difíciles, falta de compromiso en algunas hermanas.
  • Adueñarnos de las obras y pastorales empobreciendo la misión.
  • Que no se les de fuerza relevante a la formación de líderes autóctonos.
  • Debilitamiento en la vivencia de la nota característica de nuestro apostolado.
  • Poco interés y esfuerzo en el aprendizaje de las lenguas indígenas de los pueblos que acompañamos.
  • Los problemas de salud y edad que van en aumento a nivel congregacional, para dar respuesta a las obras.
  • Falta de claridad, decisión y opción, para continuar respondiendo con visión de futuro a los desafíos que nos plantea la sociedad desde los nuevos rostros de pobres.
  • Políticas estatales que atentan contra los territorios colectivos (indígenas y afro).
  • Falta actualización en la realidad socio- política de América Latina, para responder de manera activa en dimensión profética del Reino.
  • Con pocas directrices a nivel Eclesial, Congregacional que ilumine la realidad.[16]

Tener en cuenta: (opinión mia)


  • La misión para darle Gloria a Dios haciendo que los infieles le conozcan. Por eso el dolor ante ese desconocimiento de Dios lo llama “SED” y a los infieles su llaga.
  • Busca que los infieles se salven a costa de cualquier sacrificio.
  • La obra de manera sencilla, pobre.
  • Mueve las instituciones sociales presidencia, congreso, autoridades educativas… y eclesiásticas (nuncio, obispos, sacerdotes, otras congregaciones, seglares…) trata de impactar a todas y todos con su sentir.

Leer autobiografia de Laura Montoya


27-49

189-191

197,3-199,1

246-247

251,6-252

Capítulo 17 todo (253-271)

275 final -279,1

314 final – 115

322,3-4

capítulo 21 todo (332-349)

353-356,4

Capítulos del 25-32 todo (394-522)

614-616

636-638

646-647

740,2

 

 




[1] Beata Laura Montoya Upegui, Autobiografía, IV edición, Medellín-Colombia, febrero 2008.
[2] Folleto 1, Proceso de revitalización, 4, versión digital.
[3] L. Montoya Upegui, Autobiografía, IV edición, Medellín-Colombia, febrero 2008, 439.
[4] Folleto 1, Proceso de revitalización, 4. (digital).
[5] L. Montoya Upegui, Autobiografía, IV edición, Medellín-Colombia, febrero 2008, 614.
[6] L. Montoya Upegui, Autobiografía, IV edición, Medellín-Colombia, febrero 2008, 615.
[7] Folleto 1, Proceso de revitalización, 4. (digital)
[8] Constituciones N. 60.
[9] S. S. Tavares, Teología da Criação: Outro olhar – novas relações, SP - Brasil, 2010, 13.
[10] X. Pikaza, El desafío ecológico, creación bíblica y bomba atómica, PPC, España, 2004, 90.
[11] Constituciones N.55.
[12] Concilio Vaticano II, Ad Gentes, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, 1965.
[13] Pablo VI, Ecclesiam Suam, carta encíclica sobre el “mandato” de la Iglesia en el mundo contemporáneo, 1964.
[14] ibid, 31-19
[15] 48
[16] 56-57

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